Tenis dobles

El mundo del dobles suele ser el más desconocido en el tenis. No en vano la ATP y la WTA han buscado hacerlo más atractivo y cercano a la gente, teniendo en cuenta que siempre el singles va a tener la atención central.
Por ello en los últimos años se han acortado los encuentros casi exclusivamente a tres sets, excepto en un par de Grand Slams, donde incluso ahora el tercer set es un tie-break largo hasta los 10 puntos, y además no existe la ventaja en un game; al llegar a deuce o 40 iguales, se disputa un punto decisivo.
Pero más allá de la reglamentación que ha sufrido modificaciones, existen una serie de elementos que diferencian esta especialidad de la de individuales y que lo transforman en dos actividades muy diferentes aún cuando tengan prácticamente las mismas reglas.
La diferencia más obvia conlleva una gran cantidad de variables: en dobles hay cuatro jugadores en cancha. Esto no sólo genera el cambio más evidente de contar con el doble de participantes, sino algo mucho más profundo como el hecho de que deja de ser un deporte individual y pasa a formarse un equipo.
En términos psicológicos esto es fundamental ya que el trabajo mental que se hace es extremadamente potente para aguantar largas temporadas y torneos en la total soledad a la hora de entrar a una cancha. En el dobles se debe pensar de a dos, lo cual puede favorecer para desligarse de algo de responsabilidad y tapar las propias falencias con un compañero que se complemente a la perfección, lo cual demuestra que la elección de una pareja no es tan simple.
Sobre el aspecto físico, también las variaciones son importantes. Al jugarse puntos muchos más cortos, de una intensidad distinta y con estrategias más específicas, se permiten extender carreras pasados los 30 años. Sin ir más lejos los hermanos Bob y Mike Bryan, actuales número uno del mundo y mejor dupla de la historia, tienen 33 años, mientras que otro gran especialista como Max Mirnyi, que fuera un singlista, con 34 años sigue ganando trofeos en dobles, por nombrar algunos ejemplos.
Las características de los tenistas también deben ser diferentes. En el singles existen tantos estilos como jugadores hay, cada uno con sus propias fortalezas y debilidades, en jugadores que van desde la potencia pura hasta otros de  contraataque, pasando por grandes sacadores, corredores, de talento más “innato” o de red.
En el dobles las destrezas en la red son casi un requisito ineludible, ya que aún cuando algunas duplas jueguen más desde el fondo de cancha y consigan éxito –como Fernando González y Nicolás Massú en Atenas 2004- de todas maneras deberán resolver una gran cantidad de puntos en la red por lo que el manejo de las voleas es esencial.
Otro punto es que al verse reducidos los espacios, aún cuando la cancha de dobles es más ancha, por lo general se debe ser mucho más preciso en buscar espacios, con muchos ángulos cortos, lo cual también requiere un buen manejo de la muñeca aparte del brazo mismo. Esto se aplica también al servicio, donde la potencia no es tan relevante como la colocación para permitir aprovecharlo al máximo.
Otras consideraciones son el hecho de tener que aplicar de forma seguida las aptitudes defensivas, lo cual para muchos singlistas, especialmente los más agresivos y que se basan en controlar los puntos, puede ser una incomodidad extrema; además se trabaja mucho más con los reflejos, especialmente estando en la red con la atención de leer bien el juego para saber cuándo cruzarse o reaccionar rápido y bien con pelotas que vienen directo al cuerpo.
No por nada son muy pocos los jugadores en la historia que han logrado dejado huella tanto en singles como dobles, aunque las cualidades necesarias para cada especialidad pueden servir para complementar sus juegos y hacer de un jugador uno mucho más completo.

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